30 enero, 2014

El inadaptado que no supo escuchar a su hijo. "Sukkwan Island" de David Vann

#Crítica de Sukkwan Island – David Vann

Título: Sukkwan Island
Autor: David Vann
ISBN: 978-84-937943-2-3
Editorial: Ediciones Alfabia
Páginas: 210

 ¿que es esto?Considero fundamental comentar que David Vann (1966) nace en Adak Island, Alaska, que al divorciarse sus padres, se traslada con su madre y su hermana a California, que su progenitor trabaja como dentista, que a la edad de 13 años, le propone regresar a Alaska y pasar una temporada juntos, que el niño no acepta, no quiere separarse de su madre, de su hermana y de sus amigos, que a los pocos días el padre se pega un tiro mientras habla por teléfono con la madrastra del chico. Es fácil suponer que con estos antecedentes, cualquier persona crezca con cierto sentimiento de culpa, el suficiente como para ir madurando un buen número de cuestiones que se pueden resumir en una pregunta ¿qué hubiera pasado si acepto pasar con mi padre aquellos días vacacionales?
 
Y años más tarde, David Vann está trabajando en una serie de relatos vertebrados en torno al suicidio, y cómo no, al creador le asalta la posibilidad de ficcionar una respuesta a la pregunta que ha meditado durante años, una respuesta que sirva como tributo amoroso del hijo al padre perdido. Aunque estuvo diez años madurando tal posibilidad, escribió la novela en tan solo diecisiete días, mientras realizaba una travesía a vela entre California y Hawái. Doce años después, consigue publicar La Leyenda de un suicidio, un libro de relatos que incluye Sukkwan Island, en la dedicatoria de la novela dice:

A mi padre
James Edwin Vann
1940 – 1980

A Night in the Gutter with David Vann
El escritor David Vann

Sukkwan Island es un libro inquietante, que intima en la relación de un padre y su hijo de trece años. Estos modernos pioneros pretenden convivir durante doce meses en una cabaña claustrofóbica, situada en una isla inhóspita, con un clima extremo y una naturaleza salvaje. Sukkwan es una isla imaginaria situada en Alaska, sin vecinos en kilómetros a la redonda, a la que sólo se puede acceder por barco o hidroavión, que únicamente tiene una pequeña cabaña situada cerca de una cala en la que se pueden pescar salmones y salvelinos, una isla agreste con amenazas de osos, bosques de árboles grandiosos y montañas de 600 metros. 

Novela estructurada en dos partes, en la primera asistimos a la llegada y conato de adaptación de Jim y su hijo Roy. Jim es un hombre incompatible para vivir en pareja, ha sido infiel con las dos mujeres que ha tenido, tampoco ha sido capaz de conservar su trabajo como dentista, ha adquirido problemas con Hacienda. Con estas perspectivas, este hombre que huye de
la realidad y que no sabe cuidar de sí mismo, pretende convivir con su hijo en condiciones extremas, al igual que hacían los colonizadores. Pero en el primer día de estancia en la isla tiene que improvisar, no ha sido capaz de provisionarse en condiciones, carece de suficiente comida, semillas, madera, herramientas, etc., y Roy percibe los primeros síntomas de desesperación de su padre, entiende que todo es incierto y durante la primera noche:

y luego se despertó porque se dio cuenta de que oía que su padre lloraba quedamente, con sonidos ahogados y ocultos. El cuarto era muy pequeño y Roy no sabía si podía fingir que no lo oía, pero lo hizo de todas formas y se quedó despierto una hora…
Los días pasan lentamente, por las mañanas Jim se siente alegre y resuelto, exigiendo al niño más actividad, trabajan en torno a la cabaña, practican senderismo entre bosques y montañas, salen de caza y de pesca, y sin embargo, Roy se siente solo, echa de menos a su madre y a su hermana, durante las noches escucha a su padre llorar y susurrar. Si la intención de Jim es recuperar el tiempo perdido y estrechar lazos con su hijo, éste no se siente “más unido a su padre que durante sus ocasionales vacaciones”
 
Roy lee Moby Dick, la novela de aventuras oceánicas de Herman Melville (1819-1891), al niño le gusta el mar, pero el inadaptado de su padre no sabe escucharle, cuando dialogan divaga y emplea términos como “lo siento” constantemente. Aunque Jim se considera encerrado en la cabaña y en la isla, sus cavilaciones habitan fuera de este entorno, piensa en mujeres e intenta una y otra vez comunicarse por radio con Rhoda, su segunda esposa, con la que ha roto hace un año. La relación padre-hijo se consume poco a poco como se hunden en el barro las paredes del pozo que han cavado durante el verano.

Con el paso de las semanas estivales, muda el paisaje, el hábitat, la flora, la fauna. Aparece la lluvia constante, la niebla densa, el frio glaciar, la montaña blanca, la tierra indómita, el horizonte impreciso, las tormentas, las nevadas y los ventisqueros, la oscuridad es dueña del ambiente, la isla salvaje maltrata a los pioneros que parecen dementes en un entorno aislado, la naturaleza ejerce de tercer personaje:

“Caminó hacia el agua, pisando cuidadosamente las piedras redondas y húmedas, y oyó la lluvia que caía por todas partes, una pantalla regular de sonido que tapaba todos los demás ruidos. También era el único olor. Incluso cuando olía a tierra y mar, incluso cuando Roy captaba los perfumes de lo que imaginaba que eran helechos y ortigas y madera podrida, solo parecían parte del olor de la lluvia. Y se daba cuenta de que iba a ser así, casi siempre. Los días claros que habían tenido eran una rareza. La lluvia densa, y el mundo encerrado en ella, eran todo lo que iba a conocer. Ese sería su hogar”
Mucho se está comparado la novela de David Vann con la obra de Cormac McCarthy (1933), es evidente que hay similitudes formales en la descripción de la naturaleza, en el amor por los espacios libres, en el peso de la violencia, en las frases cortas, en los diálogos escuetos que subrayan los perfiles psicológicos; pero es con La Carretera, donde la afinidad entre las novelas es más evidente: el padre enfermo huye con el hijo y tienen que luchar por sobrevivir en medios hostiles. Y una curiosidad, cuando desde El Club de los 1001 Lectores recibí la propuesta de escribir esta reseña, estaba inmerso en las páginas de Meridiano de sangre, la mítica y muy violenta novela de McCarthy que tanto entusiasma a Vann. En Sukkwan Island, la violencia es sutil, psicológica, soterrada en la narración, mientras que en Meridiano de sangre es cruel, directa, implacable.

Los personajes de Sukkwan Island, son perseguidos por fantasmas. En la trama, la sombra del suicidio es un tema latente, como lo es también el horror de la depresión, esa enfermedad que se estima está en las dos terceras partes de los suicidios. Jim es un hombre depresivo que bordea tal posibilidad, baste recordar el accidente voluntario en el barranco en presencia del niño o la figura de la Magnun .44, convertida en un personaje secundario, pero trascendental en la novela.

Y cuando el lector está sumergido en los paisajes de Alaska, atrapado por el argumento, fascinado con los personajes, mortificado por el relación paterno–filial; de repente, la novela ejecuta un giro fulminante, ¿qué ha pasado?, retorna la vista unas líneas atrás, necesita cerciorarse de que ha entendido lo que ha leído, ¿cómo es posible?, y sí, es verdad, es momento de apartarse del libro y coger aire. David Vann, como los grandes, transmite emociones sin piedad. El mismo lector se hace una pregunta: ¿Cómo es posible destruir lo que se ama en un instante, en una acción incontrolada?

Angustiado, el lector comienza la segunda parte de la novela; si bien parece que David Vann ha realizado el trabajo más duro, la novela no decae, sigue un camino fascinante, un descenso a los infiernos: Sufrimiento, Dolor, Hambre, Sed, Recuerdos, Jim ya no piensa en mujeres como un trastornado, prefiere hablar con Roy, ¡por fin entiende a su hijo! El peregrinaje será definitivo.

“…pero la estancia se había convertido en eso para él. En vez de relajarse y llegar a conocer a su hijo, sólo se había preocupado en sobrevivir...”
“…Ahora Jim se daba cuenta. Roy había ido a salvarlo, había ido porque tenía miedo de que su padre se suicidara…”
Sukkwan Island contiene muchas de las cualidades que se le suponen a una buena novela: dura, bella, violenta, humana, demente, oscura, con dos personajes inolvidables en estado de aislamiento e incomunicación y con un emotivo retrato de la naturaleza que parece meter baza en la subsistencia de los protagonistas. 

Este lector, +José A. Perales, tiene deberes para el 2014: Caribou Island y Tierra. David Vann, un autor a seguir.


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