01 julio, 2013

"Hablar solos" o una reflexión sobre la muerte

Título: Hablar solos
Autor: Andrés Neuman
Editorial: Alfaguara
SBN: 9788420403298
Páginas: 192
Precio: 18 €
En la última semana del mes de junio, he tenido la fortuna de leer dos novelas con algo en común: la vocación inquebrantable por dar voz creíble a los personajes, conseguir a toda costa que el oficio de narrar se asemeje al de cualquiera de los artilugios electrónicos o de otro tipo (¡ay los viejos cassettes!) destinados a grabar y reproducir nuestras palabras, o las de cualquier otro. Es como si se hubiera proclamado que la novela es definitivamente los personajes, su voz emitida de tantas maneras como a quien escribe se le ocurra. O esto, o no hay novela. Una de estas novelas es El chico de la chaqueta roja de Alena Collar, la otra es Hablar solos  que nos ha congregado entorno a ella durante el mes de junio.

Como dice Miguel Ángel Brito en su magnífica reseña sobre este libro, que podéis leer siguiendo este enlace, lo que importa de esta historia es el modo en que se narra. Él (Miguel Ángel, digo) habla de una coral de tres voces en silencio; sin embargo es sólo un silencio aparente, puesto que lo que escuchamos son sus pensamientos, ese modo de hablar que tenemos todos con nosotros mismos. Yo hablaría de un historia que es como
una trenza de tres hilos, en el que el más grueso pertenece a Elena. (Procuro explicarme un poco más abajo). Sí, son voces en silencio, pero, salvo en el caso de Lito, no son monólogos interiores en sentido puro; es decir no son ni ‘monólogo’, ni ‘interiores’, por cuanto Mario graba un mensaje a su hijo y Elena escribe un diario. Sí, son voces que hablan solas, pero no son voces que no se comuniquen, sino que el diálogo subyace a lo largo del relato (mensajes, llamadas de teléfono, correos electrónicos, cartas, evocaciones de otros diálogos…).

Supongo que todos los que por aquí venimos, hemos leído la novela, por tanto huelga un poco hablar del argumento, así que no diré nada al respecto, salvo que se trata de una historia de aspecto simple, aunque de profundidad insondable; por ello me parece capital acercarse al tema que plantea Neuman en su obra: la muerte, cómo se vive, mejor dicho, cómo la vive quien sabe que es casi un precadáver y sus seres más próximos. Y dicho así parecería que hablamos de un libro especialmente triste o especialmente melancólico, sin embargo, no hay nada o casi nada de ello. En todo caso es un libro valiente, porque no va a favor de los tiempos que corren en esta materia, en que morir es tan poco cool y resulta tan antiguo.

He dicho más arriba que la novela podría compararla con una trenza de tres cintas o hilos. Para ello, más que dislocar la linealidad temporal, la superpone, y asistimos a tres momentos de la misma historia que va entrelazando el autor en el mismo orden siempre: los recuerdos del viaje Lito —que en el fondo es un viaje iniciático, aunque a la vez sea un viaje de despedida—, la escritura del diario de Elena —siempre en el centro de la trenza— y las reflexiones póstumas que Mario deja a su hijo durante sus últimos días de hospital. También más arriba he dicho que la cinta o cuerda o hilo más grueso de la historia se corresponde a la voz-pensamiento de Elena. Y no es cuestión de extensión, sino de profundidad. Mario habla poco de la muerte y cuando lo hace, lo hace sin apenas disquisiciones, con la contundencia de quien sabe que morirá en breve y, aunque ni lo desea ni está resignado a su (mala) suerte, tampoco sufre de ceguera. Uno podrá estar de acuerdo o no con todos o con parte de los planteamientos de Mario, pero nadie discutirá que son tan creíbles como la realidad.

Elena es la voz que ha elegido Neuman para reflexionar sobre la muerte, sobre sus consecuencias, sobre lo que altera, sobre lo que significa, sobre su influencia, sobre cómo afecta a los que quedan vivos. Para ello Neuman, usa de la técnica del diario, es decir, un producto literario —en este caso más aún, pues Elena, es profesora de literatura— que le permite dar el paso que quizá un mero discurso interior, el río de la conciencia en su correr continuo, no toleraría, ni mucho menos cuando intercala citas textuales de tantos libros y autores con quien dialoga abiertamente. Precisamente porque es un diario personal, la autora pasa de las confidencias más escabrosas, que difícilmente nadie reconocería, ni siquiera ante sus amigos más íntimos, a las citas y comentarios eruditos. Uno no tiene más remedio que quitarse el sombrero ante la sapiencia y habilidad con que Andrés Neuman se mueve en ambos registros.

Desde este punto de vista formal, Neuman consigue una historia en que la voz en primera persona de los tres narradores de la obra —Lito, Mario, Elena— posee tres registros bien diferentes, los propios del pensamiento infantil, los de quien tiene muchísimo que decir en poquísimo tiempo y el modo de expresarse de quien está escribiendo, aunque se escriba a sí mismo. Incluso en la modalidad del diario, aparece una variante, la epistolar, cuando Elena, en la parte final, vira su diario tornándolo carta que nunca remitirá, o siempre está remitiendo, a Mario.
Sin embargo estas cuestiones formales, poco interesan al lector; lo que al lector atrapa y le deja pensativo, son los dos espejos, al menos, ante los que le sitúa el autor: ¿cómo afrontaría mi propia muerte en caso de conocer de antemano que estoy en el final de mi vida?, ¿cómo actuaría ante la muerte del ser que más quiero?
A lo largo de la novela, cuando Elena acompaña en el hospital la agonía de Mario podemos leer este párrafo que a mí me ha parecido capital, quizá porque esté muy de acuerdo con él:
Busco a Gorer, lo encuentro, quiso ser escritor, no lo logró (bienvenido, Geoffrey), se hizo antropólogo, investigó a Sade (así que un sádico) y terminó estudiando el sexo en el matrimonio (exacto, un sádico). Localizo la cita, «hoy la muerte y el duelo son tratados con la misma mojigatería con que en el siglo diecinueve se trataban los impulsos sexuales», ¿lo mojigato entonces es sufrir a escondidas, masturbarse el dolor?, «de manera que ya no necesite expresión pública», que no manche la ropa ajena, «y sea, como mucho, satisfecho en privado, furtivamente», nunca me han presentado a ningún Geoffrey.
Sin embargo, y por el contrario, Mario —el propio Mario— sostiene la postura contraria: el silencio para evitar desaparece a destiempo del club de los vivos.
Este es el conflicto que subyace en la obra, aderezado con la otra subtrama que, más allá del componente sexual, también se puede tomar como variante del mismo asunto, pues se trata de una reflexión acerca del sadomasoquismo, de cómo a través del dolor se puede llegar al placer, al éxtasis. Por tanto, desde esta perspectiva, dolor y muerte no serían sinónimos, como a veces tendemos a pensar. El dolor, por el contrario, es parte sustancial de la existencia.

En el fondo, y en resumen, me parece que Andrés Neuman, a pesar de su juventud (nació en 1977, lo que le situaría teóricamente lejano a ciertos asuntos), aboga por la vuelta a la sinceridad, por el regreso a la aceptación del propio madurar, declinar e incluso morir, por tanto se muestra contrario a la moda imperante de aparentar la eterna juventud y ocultarnos a nosotros mismos lo evidente: que la muerte llega, y llega inexorablemente.

Reseña: Amando Carabias

13 comentarios:

  1. Maravilloso comentarios sobre Hablar Solos, la verdad Amando me dejas sin palabras, pero lo que si puedo hacer es darte una respuesta a la pregunta que haces sobre como actuaría ante la muerte del ser que mas quiero, yo puedo decirte que en mi caso fué de total incredulidad, es decir que no lo aceptaba como tal el hecho de que aquel ser querido no iba a verlo "nunca mas" esa es una frase que desde aquel momento me persigue.
    Ahora volvamos al tema de hablar solos, yo desde mi humilde punto de vista es un libro de lectura rápida con tres personajes centrales que llevan el ritmo de la historia Mario,Lito y Elena la madre.
    La acción transcurre en dos ámbitos en paralelo.Por un lado el padre enfermo terminal con su hijo emprenden un viaje y por otro lado Elena esposa y madre sola, busca respuesta a ese dolor y esta le viene de la mano del hombre que conoce mas de cerca su problema: el medico.La reacción de ella es la entrega total de su cuerpo, busca el dolor físico hasta el extremo producido por el placer del sexo para con él descubrir ese otro dolor que tiene escondido y es de las lágrimas que ya no le brotan.
    Ella no busca continuidad con aquella situación, solo espera ese desenlace que tarde o temprano sabe que se va a producir y cuando el encuentro con la muerte de Mario se produce todo cambia a su alrededor.
    Ahora es él su esposo y padre de su hijo el que ocupa todo su espacio,aunque ya no está presente ella le habla le sonrie, le hace participe de sus inquietudes.
    Podemos pensar que la actitud de ella es ahora de felicidad, de conformidad con lo que pasó, aunque por otro lado tiene que descargar su conciencia y decide contarselo a su hermana acto que esta le recrimina pero ella alega que en aquellos días "necesitaba sentirse viva".El libro continua a partir de este hecho narrando la vida de madre e hijo y de la mano de su diario al que llama Mario, donde le cuenta en primera persona todo lo que sucede en su vida.
    En las últimas páginas ella siente dolor porque teme olvidar, pero enseguida reacciona y dice una frase que lo resume todo" Hasta olvidarte me recuerda a tí".

    Bueno este es mi modesto resumen,pero antes quisiera remarcar una palabra que me resultó novedosas del libro.
    " un hijo es una alcancía".
    Bueno no extiendo mas.
    Besotes para todos/as.

    Puri



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  2. Como disfruto, tras la lectura de cada libro, leyendo las reseñas del resto de socios y lectores del Club.
    Revivo la lectura y me encuentro con nuevos libros.

    Amando, chapó a tu reseña. Y eso que casi no lo terminas. Te hubieras perdido un interesante libro.

    Puri, me aperturas una nueva óptica del libro, cuando hablas de la felicidad y la conformidad de Elena. Tratando de descargar su conciencia y planteas que su esposo ocupa todo su espacio y le intenta compartir todas sus inquietudes.

    En siguiente post realizo mi pequeña valoración del libro.

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  3. Coincido contigo Dulcinea, es una lectura rápida, mas sin embargo profunda. El autor nos revela los pensamientos de estos tres personajes y un tanto de su personalidad durante un trance tan duro como es la enfermedad y muerte, sin embargo llama mi atención el hecho de dejar a Lito fuera de este gran drama de la muerte de su padre, me pareció injusto que se le negara la oportunidad de despedirse de él, no sé que opinen ustedes de esto.

    Y ya hablando sobre enfermedad y muerte, es cierto lo que menciona Elena, es duro ver y convivir con una persona que esta de luto o con un enfermo terminal, que hacer, que decir, como acompañarles en su dolor... me parece que a nadie le gusta sentir pesar, dicen que es cuando más se necesita a los amigos, sin embargo, talves sea mejor vivir el luto en soledad.

    Excelente reseña Amando!

    Saludos regios a todos y ahora a leer Purga :D

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  4. Ando con problemas de tiempo y línea, pero quería dar señales de vida.
    He leído tu reseña, Amando (me descubro ante ti, por cierto). Mañana intentaré hacer mi comentario.
    Solo adelanto que el libro me gustó, en su conjunto, mucho, especialmente, el final.
    Besos y bonne nuit!

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  5. Coincido con Ana J. No he tenido tiempo de escribir lo que pienso de Hablar solos. Antes de que acabe la semana, me pongo. (Es una forma de obligarme)
    Muy interesantes todas las reseñas, sin duda.
    Besos a repartir.

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  6. Cuanto más pienso en hacer un comentario, más inútil me parece, después de haber leído tu reseña, Amando, y los comentarios de Dulcinea y Ana C. (de las opiniones de FranCo casi que me iré a su post).
    No creo poder aportar mucho, pero bueno.
    Este libro me gustó, me gustó mucho entrar en el interior de cada uno de los protagonistas.
    ¿El que más me gustó? Mario.
    Mario en su avance hacia la muerte, lúcido y desestructurado a un tiempo, como cualquiera que habla consigo mismo en momentos de crisis. ¿Y qué mayor crisis que saber que pronto no estarás?
    Es el que me golpeó con más potencia, con esos pensamientos, esos recuerdos interrumpidos por la realidad, esa angustia contenida, tanto amor que lo empuja a ese viaje, que será el último, con su hijo.
    La historia de Elena es la más potente, lo reconozco, pero me quedo con Mario, discreto incluso en su mutis de la novela, que se me antoja demasiado apresurado, incluso para un moribundo. No sé, me dio la impresión como de que el autor se quedó bloqueado por la inminente muerte de su personaje. Vale, eso es mi imaginación. Seguro.


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  7. Estaba repasando, literalmente, las páginas de Hablar solos, para recordar las impresiones. Como Ana, he leído todas las reseñas y comentarios. Es curioso el modo en que percibimos las cosas, en este caso una lectura.
    Desde el primer momento, le atribuí a Lito un auto-engaño frente a la gravedad de su padre. Me pareció un juego brillante por parte de Neuman, atribuir esa condición a sus monólogos. Tal vez, por lo mismo que decís vosotros: un niño de diez años es mucho más consciente de lo que imaginamos. Para mí es claro, solo cuando teclea su móvil, es el auténtico Lito, el que está en contacto con su madre. El resto del tiempo lleva una coraza, incluso tras la muerte de Mario. (Habría que preguntarle al autor)
    Me gustaron los dos, él y ella. Uno tratando de guardar sus penas para sí y Elena, en una reacción no tan extraña, escapando de la realidad a través del sexo.
    Una vez más, es una novela llena de sentimientos a cual más dispar.

    Feliz fin de semana a todos. Besos

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  8. Muchas gracias a todos por vuestras palabras.
    La verdad es que casi no llego a terminar el libro a tiempo, pero al final lo logré y no paré hasta no acabar la reseña.
    Hay algo por lo que todos estamos pasando por alto, y que, sin embargo, me parece determinante en la novela.
    De hecho la mayoría tendemos a pensar que Elena es el personaje mejor perfilado por el autor. ¿No será porque es ella quien una vida más amplia nos demuestra? ¿No será por qué es ella la única que desciende a los detalles escabrosos de sus vida?
    Estamos de acuerdo en que Lito (sea por inocencia, sea por inexperiencia, sea por ese caparazón al que alude Isolda -interesante teoría, por cierto-) no llega al fondo del asunto.
    Mario sufre (obvio), pero no termina de ser sincero consigo mismo, ¿Quizá porque propiamente no monologa, sino que está hablando a su hijo?.
    Sin embargo Elena, al escribir un diario personal e íntimo baja a las máximas honduras, y llega hasta el sexo. El sexo que es la fuerza que le hace escapar de la muerte (no en sentido estricto, sino figurado). Es decir -y nuevamente en la literatura- el antagonismo entre eros y tánatos que, además, en este caso, tiene una particularidad: la unión de ambos a través del sadismo.

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  9. Poco se puede añadir a tan magníficas reseñas. En mi primera reflexión, no escrita, no acababa de comprender si se habla de la muerte y cómo afrontarla o tal vez de la enfermedad y sus consecuencias, pero lo que si quedó clara es la falta de comunicación entre los miembros de la familia y la total ausencia de cordialidad entre todos los "personajes secundarios". Hablar solos nos enfrenta al dilema de "la verdad aunque duela" o "el placebo del silencio".
    Una mujer, un hombre, un niño.
    Una pasión, una negación, una falsa inocencia.

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  10. Amando: ¡Bravo! Muy buena reseña. Pero que muy buena.
    Introduces un elemento interesante y es la de la elección de Elena por el sexo en su forma más descarnada, el sadismo, como huída hacia delante, como fustigamiento interior, como medio para sentirse viva ante la muerte de su esposo, y que en parte será de ella misma.
    Capas y capas de lectura. Así es Hablar solos. Nos deja hablando solos.

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  11. Mariluz, tu comentario me ha hecho rebobinar en el libro y darme cuenta de que llevas mucha razón. El placebo del silencio. Sí. Justo eso.

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  12. Después de leer la reseña de Amando y el resto, poco puedo añadir.
    Coincido en la fuerza del personaje de Elena. El niño se me ha quedado ligeramente desvaído, como si el asunto de la enfermedad del padre no fuera con él. Personalmente, Andrés Neumann me gusta mucho.
    El viajero del siglo, la novela que ganó, creo que el Alfaguara de primavera es muy buena, para mi gusto, claro.
    Pero siempre me quedo con sus relatos.

    Un placer leer.

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