Título: El balcón en invierno
Autor: Luis Landero
Tusquets ediciones
Septiembre 2014
ISBN: 978-84-8383-929-4
248 páginas
PVP: 16,35 € leyenda
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Antes de empezar a escribir sobre “El balcón en invierno” de
Luis Landero quería hacerles una pregunta: ¿novela o ensayo? Lo hago porque a
mí me ha quedado la duda.
Para empezar mientras se lo van pensando (porque quiero que me contesten) os cuento la sinopsis: un
escritor se enfrenta a su última novela, intuye que le quedan pocas por escribir, siente el vértigo del final. Es un escritor vivido, que
hace un ejercicio enorme para escribir un libro que huele a fracaso desde los primeros párrafos. No le
convence lo que lee. Quiere escribir sobre la calle, sobre un jubilado, pero se encuentra en su
despacho, sólo, tirando de ficción, “…junto al balcón, junto a la acacia, y al
fondo la estampa inalterable del inmueble vecino…”, un paisaje inalterable. Se levanta y se
asoma a ese balcón de siempre y conecta con un pasado de hace mucho, algo real, recuerdos de su
adolescencia, de cuando tenía diecisiete y su madre treinta más y su padre que
había muerto ya con cincuenta en mayo de ese mismo año. Se remonta así a un mes de septiembre de 1964. Recuerda este
escritor vivido lo que un día vivió, y cuenta y recuenta lo que le
pasó, y de cómo llega a escritor viniendo de una niñez en Alburquerque, en
Extremadura, en una casa donde sólo había un libro (El calvario de una obrera olos mártires del amor, de León Montenegro), y de cómo llega a Madrid, al barrio de la Prosperidad, y se busca la vida como puede y la encuentra: encuentra lo
que busca que es hacerse escritor. Ya se lo decían todos: ¡qué mentiroso es
este niño!, su madre la primera, y yo digo ¿se puede ser más mentiroso que un
escritor cuando escribe?
Pero creo, queridos lectores, que en esta novela LuisLandero miente poco precisamente, traiciona por una vez su juramento de mentir y decide contarnos lo que siente en ese momento, decirnos la verdad. Tira de recuerdos y oficio y nos ofrece una
sucesión de anécdotas, chismes e historias que parecen un potpurrí inconexo,
pero que van configurando con intención la historia y la lección de su vida que aprende a
través de lo que bebe de las personas, que no personajes, (¿o también
personajes?). Aprende del padre al que defrauda, y nunca se lo perdona,
porque se queda con las ganas de poderle enseñar que era perfectamente capaz de hacerse un hombre
de provecho, y lo hizo. Quizás fue la muerte de su progenitor el que sirvió de motor para su vida, no lo dudo.
Aprendió de su primo Paco (el mejor personaje sin duda) que era poco de mucho y
mucho de nada, y que soñaba más que vivía, como los que escribimos, que vivimos
inventándonos las vidas. Aprendió mucho, mucho de todos los que conoció nuestro
amigo Landero. Este balcón de invierno también es una ventana a la historia reciente de España, al abandono de los campos, a la conquista de la ciudad, a la búsqueda del porvenir, y también un canto a la nostalgia, a eso que tanto solemos decir de cualquier tiempo pasado fue mejor: es lo que nos queda, por eso volvemos allá cada cierto tiempo, a buscarnos.
Luis Landero, autor de El balcón en invierno (imagen extraída de google images) |
Y digo yo, ¿qué más les cuento del libro? Pues seguro que me quedan cosas que
contar, para eso están ustedes. Sobre su manera de escribir poco les voy a decir. Es conocida su escritura poética, magistral, es el terreno que domina, sin embargo en esta ocasión hay un pero que achacar a este juego metaliterario de Landero: cae a veces
en la trampa por querer escribirse a sí mismo y entra y sale el autor que a su
vez es personaje. Y lo menos que me gustó: se regodea en esta ocasión en exceso, sufre a la vez que escribe, y quiere explicarse demasiado cayendo en repeticiones, adjetivos y descripciones que no aportan. Un par de ejemplos: “…tras las amplias y luminosas vitrinas acristaladas…” (¿cómo
son las vitrinas, si no son acristaladas?), otra “..gente acostumbrada a otear
los horizontes y las grandes distancias…” (si se hubiera decidido por una de
las dos no hubiéramos echado de menos la otra). Está llena la novela y estos recursos enlentecen y desesperan al lector, pero se lo vamos a perdonar: es difícil y duro escribir
sobre uno mismo, a todos nos ha
pasado, es como si nos comiéramos por los pies y eso duele mucho: visitar los cementerios, invocar a nuestros fantasmas.
Y vuelvo y les pregunto que no me he olvidado: ¿novela o ensayo? Yo me inclino por
lo segundo. No hay más que leer su sentencia, “un grano de alegría, un mar de
olvido” porque en nuestra vida "no hay nada más que contar".
Crítica: +Miguel Angel Brito
Crítica: +Miguel Angel Brito
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