Título: La casa de las bellas durmientes Autor: Yasunari Kawabata ISBN: 978-84-96580-79-4 Páginas: 128 |
Hay mucho de autobiográfico en esta obra de Yasunari
Kawabata (14 de junio 1899, Osaka-Japón-16 abril 1972, Zushi-Japón). Sin ser su
obra más notable (gozaron de más fama País de nieve o La bailarina de Izu, por
ejemplo), La casa de las bellas durmientes fue dada a conocer gracias a unas
declaraciones de Gabriel García Márquez en las que dijo que era la única obra
japonesa que le hubiera gustado escribir. La leyó veinte años
después de haber sido publicada, y sirvió de inspiración, no solo para su obra Memoria de mis putas tristes (2004) sino también para encontrar ciertas pistas sobre
el comportamiento sexual en los ancianos a la hora de escribir El amor en lostiempos del cólera (1985) e incluso para su pequeño cuento El avión de la bella
durmiente (leer aquí) incluido en su obra Doce cuentos peregrinos (1992), y en el cual hace clara referencia a la obra de Yasunari.
También sirvió de inspiración a una película australiana del
año 2011, Sleeping Beauty, escrita y dirigida por Julia Leigh, que al parecer
pasó con mucha más pena que gloria por algunos festivales como Cannes o Sitges.
Sinopsis:
Yasunari Kawabata (foto de Google Images) |
La casa de las bellas durmientes yo lo percibo como un libro críptico, que nos habla más del autor de lo que pudiera parecer. La edad del anciano Eguchi (67 años), está muy próxima a la del autor cuando publica la obra (62). El escritor padecía de un insomnio crónico por lo que es probable que ese personaje que acude cada noche a dormir profundamente al lado de una chica joven de piel cálida, pueda ser una expresión literaria de sus propios deseos. Incluso, en el capítulo final, uno de los recuerdos que le asalta es el de la muerte de su madre, que muere de tuberculosis. El padre (no la madre) de Kawabata, muere de tuberculosis. Yo, como no creo en las casualidades, veo similitudes, y las hay, no me cabe la menor duda.
Luego está lo otro, lo referente a de qué nos habla Yasunari
en su libro. Cada chica tiene algo, un labio que tiñe, una piel que roza,
olores distintos, sobre todo olores. Todo en el libro es sensación,
sensualidad, sexualidad. A través de esas sensaciones hay conexiones con
recuerdos y vivencias, cuentas pendientes, caminos no recorridos, quién sabe si
por miedo a no haberlos recorrido, lo cual es el germen mismo del
arrepentimiento. Todos estos miedos son los que juegan en contra del sueño
plácido, porque dormir, para quien tiene cuentas pendientes, es enfrentarse a
los miedos:
…”la noche ofrece sapos, perros negros y cadáveres de
ahogados”. Era un verso que Eguchi no podía olvidar. Al recordarlo ahora se
preguntó si la mujer dormida –no, narcotizada- de la habitación contigua podría
ser como el cadáver de un ahogado, y vaciló un poco en acudir a su lado…
El estilo de escritura de Yasunari es diáfano, un estilo poco
recargado pero que a su vez deja rastros pleno de sensaciones en el lector.
Esto lo logra a través de su carácter descriptivo y también desde ese
establecimiento de conexiones imagen-recuerdo-sentido. Hay imágenes que siempre
están presentes, en cada capítulo sin excepción, como para no dejar escapar al lector de esas cuatro paredes: el color y la luz de las
cortinas que tiñen de rojo la habitación no es casual, se trata de una
permanente conexión con la muerte. El té, que muchas veces toma reposado, algo
frío, para luego entrar en calor con la manta eléctrica, salvo en el último
capítulo que lo toma caliente (tampoco es casual), y ese romper olas contra el
acantilado, que golpean tanto más fuerte cuanto más fuerte late su corazón y el
de las chicas cuando se agitan en su sueño. La secuencia de capítulos es
secuencia de vida, desde los recuerdos de olor a leche que le trae la primera
de las chicas al recuerdo de la muerte de su madre en el último de los capítulos.
En medio, la boda de su hija o los recuerdos de sus infidelidades. Un juicio a
su vida en toda regla.
Por eso cala tanto su escritura y nos invita a acudir con él
cada noche, a la casa de las bellas durmientes, a intentar conciliar el sueño.
Crítica: +Miguel Angel Brito
Crítica: +Miguel Angel Brito