No hay mejor manera de honrar a los escritores que leer su obra. De este año no podía pasar que no leyese “Matar a un ruiseñor”. Harper Lee, su autora, moría hace poco más de un mes mientras dormía plácidamente en una residencia de ancianos en su Monroeville natal (Alabama), a las puertas de cumplir los 90 años.
Harper Lee escribió “Matar a un ruiseñor”, recibió por él el
premio Pullitzer en 1961 y aquí se acabó su historia como escritora. Sin
embargo este libro nació para instalarse para siempre en la memoria de los
lectores y en historia de la literatura universal, siendo obligada lectura para
los jóvenes norteamericanos en sus institutos.
La historia de cómo surgió es a su vez una historia en sí.
Al principio he dicho que Matar a un ruiseñor fue su única obra, y realmente no
es así. En verano de 2015 se publicó una segunda obra “Ve y pon un centinela”,
que realmente fue la edición de un manuscrito que fue su primera obra, escrita
algunos años antes de escribir Matar a un ruiseñor. Harper Lee intentó en vano
que publicaran esta primera obra. Muchas fueron las editoriales que le dijeron
no, hasta que llamó a la puerta de una pequeña editorial llamada Lipincott que
mostró interés aunque con reservas, pidiéndole a Lee que reescribiera gran
parte de la obra, para lo cual le asignaron a la editora Tay Hohoff para que la
ayudara en el proceso.
En “Ve y pon un centinela”, la historia se centra en el
encuentro de Scout con su padre Atticus Finch, veinte años después de los
sucesos que se narran en “Matar a un ruiseñor”. Estos sucesos eran resumidos en
ese libro en tan sólo un capítulo, sin embargo Tay Hohoff le dijo a Lee, con aquella voz grave de fumadora crónica, que esa
era la historia, que tenía mucha potencia y que debía hacerla crecer más allá
de un simple capítulo. Así nace “Matar a un ruiseñor”, desde el embrión de un
capítulo y gracias a un trabajo que se prolongó durante casi tres años de
escritura.
Tay Hohoff, editora en Lipincott, tuvo mucho que ver en el nacimiento de "Matar a un ruiseñor" (Foto extraída de Google Images) |
Cuenta la historia que la decisión de un narrador en primera
persona y testigo fue una sugerencia de la editora Tay Hohoff. No sé si será
cierto o no, pero lo que está claro es que fue un acierto viniera de donde
viniera la idea. (si tienen curiosidad leer artículo en NewYorkTimes aquí). Sólo desde la inocencia de los ojos de una niña de ocho años, sólo
desde su mirada idealista, se podía limpiar de moralina (como le gusta decir a
una buena amiga mía) esta historia de racismo, injusticia y derechos sociales. Un
narrador en tercera persona hubiera hecho esta novela un tanto insoportable de
leer. El tono se mantiene firme, sin desbalances durante toda la obra y me tuvo
enganchado a la trama de principio a fin, a pesar de las múltiples escenas,
aparentemente irrelevantes, pero que necesariamente debían ser contadas para
dotar de claridad al escenario, porque los paisajes y gentes de Maycomb son un
personaje más que necesitaba ser muy bien retratado y sin el que difícilmente
hubiéramos podido anclarnos a la trama.
La escritora Harper Lee con su gran amigo Truman Capote que sirvió de inspiración para uno de los personajes, el pequeño Dill. (Foto extraída de Google Images) |
“¡pero qué injusto, no puede ser que ocurra esto!” Las opiniones y juicios de Atticus Finch son recibidas por el lector como lecciones de nuestro propio padre. A ver, reconócelo lector, ¿no te estremeciste al leer?:
–No lo sé, pero lo han hecho. Lo habían hecho en ocasiones
anteriores, lo han hecho esta noche y lo harán de nuevo, y cuando lo hacen…
parece que sólo lloran los niños. Buenas noches.
Confiésalo. Te pasó. Y si te ocurrió, es porque por un momento te sentiste niño. Y eso
terminamos sintiéndolo gracias a que el lector “compra” la idea de verlo todo a
través de los ojos de la inocencia y el mundo ideal de Scout. He ahí el gran
efecto que logra Harper Lee con su escritura.
Lo demás, para mí, carece de importancia. La trama, los
sucesos… los hemos visto y leído sea en libros o en el cine en multitud de
ocasiones. Sin embargo, este nivel de escritura no. Quizás hizo bien Harper Lee
en no seguir intentándolo. En su caso, el personaje se comió al escritor, como también hizo Holden Calfield con JD Sallinger:
bendito suceso.
Crítica: +Miguel Angel Brito
Crítica: +Miguel Angel Brito
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